EL DORADO ESTÁ EN JUÁREZ Y ES UN CINE PARA ADULTOS

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Por Luis Chaparro; fotos por Francisco Servín 

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    Como un sueño que involuntaria e inevitablemente se aleja de ese alegre lugar rumbo al rincón más retorcido del subconsciente, la imagen de las nucas de familias completas hurgando entre una bolsa de palomitas riendo ante una caricatura de los años setenta, poco a poco se va
    convirtiendo en nucas de hombres con cabello largo pintado de rubio, otros calvos, que hurgan en sus pantalones hasta que en la pantalla aparece finalmente el ano de una mujer siendo penetrado por la leyenda “Chicuelas Pegajosas”.
    Estoy en la única sala del Cine Dorado, en el centro de Ciudad Juárez, ante 700 butacas manchadas de semen y alguna que otra ocupada por travestis que tienen sexo con sus clientes. Cuando el sexo dentro de la sala se pone muy gráfico, intento pensar en los años setenta cuando esta sala era ocupada por familias alegres que disfrutaban de películas de Pedro Infante o caricaturas de Walt Disney. Pero los gemidos entre las filas se mezclan con los que provienen de la película italiana que se proyecta gigante en la pantalla y es inevitable no estar aquí.
    Descubrí el cine porno por equivocación de mis padres. En los noventa no se habían dado cuenta si quiera del cambio de giro del Cine Dorado y un domingo familiar me dijeron que para terminar iríamos a un cine “de otras épocas” y que me iba a sorprender. Y no mintieron. Al estacionarnos frente al lugar lo primero que vi fueron afiches llenos de tetas y penes hinchados. Desde entonces me dije que algún día regresaría, y hace apenas unos meses recordé mi promesa.
    El cine mantiene un secretismo como de culto satánico. Nadie ve a los ojos a nadie, no hay rostros claros, todo es sombras y hombres que hablan en secreto con un travesti o con un anciano homosexual.
    Adentro hablé con Chuy, un anciano encargado de limpiar condones, semen, vómito, botellas, colillas, bolsitas de coca y también tiene que sacar a las parejas que están robando cámara.
    Vice: ¿Cuánto tiempo tiene usted trabajando en el Cine Dorado?
    Chuy: Desde hace más de 35 años, cuando todavía eran funciones familiares. Esto era muy diferente, toda la sala y la entrada tenía alfombra roja, la madera estaba bonita y las cortinas no eran esos pedazos de tela gastada.
    ¿Y se siente raro ahora ver porno duro en la misma pantalla?
    No, pues las cosas cambian. Esto cambió por cuestiones de negocio. Aquel cine se acabó y para rescatar el edificio, un señor de la Ciudad de México que tiene cines porno en todo el país abrió uno aquí, y yo me quedé como parte del mobiliario.
    ¿Quién es ese señor?
    No le puedo decir. Él nunca viene para acá, nomás manda a su contador. Pero él se quiere mantener en secreto, no quiere que sepa nadie quién es. Yo sólo le quiero decir que le meta dinero a esto, para que no se derrumbe. Le calculo que le saca más de 50 mil pesos a la semana, de perdida que ponga la mitad para remodelarlo.
    ¿Está abierto siempre?
    Toda la semana, porque los domingos son los días que más se llena. Se llenan como unos cien asientos en todas las funciones desde las dos de la tarde que abrimos hasta las ocho que cerramos.
    ¿Le gusta su trabajo?
    No me quejo, pero me toca limpiar pura chingadera. Limpio más de 30 condones usados diarios, más todas las demás chingaderas. Pero hay condones de a madres, de los güeyes que vienen a hacer sus cosas aquí.
    ¿Y no le da asco?
    Ya me acostumbré. Pero además uso guantes y botas de plástico.
    En este momento se termina la entrevista porque el encargado se da cuenta de que estamos hablando con Chuy. Nos hacemos como que charlamos del clima y nos despedimos amablemente de todos. Pagamos nuestros 35 pesos de entrada y prometemos regresar a ver la película española que se va a proyectar la próxima semana.

    Twitter: @LuisKuryaki
    Fotos por @PakoServin28

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