El ‘renacimiento’ de Ciudad Juárez podría ser una farsa

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De la columna 'Paso del norte'


Estas fotos fueron tomadas la noche del jueves 12 de junio en el bar Tres Mentiras en la calle Abraham Lincoln en Ciudad Juárez. Todas las fotos por Jorge CVS. 
Hace cuatro años, la noche del 25 de junio de 2010, mataron a unos compas.
Me enteré porque en aquel entonces yo trabajaba como corresponsal en una agencia de noticias y me llamaron para cubrir la nota: “Me dicen que hay cinco jóvenes asesinados en un bar ahí en tu ciudad”.
Fue alrededor de las diez de la noche en un bar cerca de mi casa. El gobierno municipal de Ciudad Juárez había llamado a aquella zona de bares y antros Corredor Seguro Gómez Morín, porque había instalado patrullas, guardias encubiertos y cámaras de vigilancia. Pero esa noche me enteré que eso era puro pedo. Nadie estaba seguro en ninguna parte en Ciudad Juárez.
Manejé hasta el Bar La Habana. El lugar estaba todo cercado por los cordones amarillos de la Policía de Ciudad Juárez, así que no me pude acercar mucho. Mientras, llamaba al teléfono de Arturo Sandoval, entonces vocero de la Fiscalía, para confirmar el ataque y pedir detalles.
Me encontré con el que era el fotógrafo de la agencia para la que yo trabajaba y me enseñó algunas imágenes: un joven estaba boca arriba con agujeros de bala en el rostro y en el hombro derecho. El cuerpo de una mujer frente a él estaba en posición fetal, con un celular en la mano. Otro, también sin vida, sostenía la cabeza de un joven muerto y uno más había caído de lado y no se le podían ver los disparos.
Al tiempo que Sandoval me confirmaba el ataque y las edades de las víctimas, vi a un joven tirado boca abajo, sometido por los policías que, llorando, gritaba “¡Es mi hermano!” Y ¡boom! Allí caí en cuenta que eran mis amigos, los que esa misma noche me habían invitado a ese bar. El joven que gritaba en el suelo, era otro amigo, hermano de uno de los asesinados y quien trabajaba en el bar como mesero.
El bar donde asesinaron a mis cuatro amigos y a la novia de uno de ellos abrió por tres días más, y luego cerró cuando asesinaron a los tres dueños. Después de eso, la zona de antros y bares en el “corredor seguro” se acabó. El centro de Ciudad Juárez, lleno de bares decadentes de la época de los 50s también quedó cerrado.
El asesinato de mis compas me marcó de por vida como juarense y como periodista. Fue una declaración fuerte de lo que estaba sucediendo en mi ciudad: una guerra donde todos podíamos terminar muertos.
De aquel momento a ahora, cuatro años después, la situación ha mejorado. El miedo se nos ha disipado un poco, las señales de la recuperación de los espacios públicos de Ciudad Juárez son claras y la nota roja se escribe en tiempo pasado.
Pero lo anterior no significa que no estemos alerta, que no veamos las señales de que esta relativa paz puede ser pasajera. En las últimas semanas los homicidios han repuntado de nuevo al igual que nuestro temor a que la guerra regrese. La Cámara de la Industria Restaurantera y de Alimentos Condimentados (Canirac) anunció entonces que de 2009, cuando la escalada en el número de asesinatos era más que evidente, hasta 2011, cuando se vio una leve reducción en los mismos, al menos un 50 por ciento de los restaurantes y un 18 por ciento de los bares cerraron sus puertas. Es decir, unos cuatro mil restaurantes y unos 300 bares dejaron de funcionar en la ciudad por causa de la violencia extrema y las extorsiones.
El desmadre empezó a finales de 2007, cuando se corrió el rumor de la llegada del Cártel de Sinaloa a la ciudad. Se decía que venían a quedarse con “la plaza”. Aquel año cerró con 300 homicidios, un promedio de los años anteriores. En 2008, esa tasa aumentó aceleradamente. Se registraron poco más de 1,500 asesinatos. La guerra, sin duda, había comenzado. Un año después, en 2009, la Fiscalía de Chihuahua contabilizó dos mil 656 asesinatos, y además los negocios comenzaron a cerrar sus puertas. De pronto una mañana buscábamos ir a desayunar a algún restaurán para encontrar que estaba cerrado, o por las noches, al visitar la zona de bares, nos dábamos cuenta de lo mismo. Unas 300 mil personas huyeron de Ciudad Juárez, en su mayoría a El Paso, Texas, o a otras ciudades de México. Y en 2010, cuando Juárez fue tildado como la urbe más violenta del mundo, las cifras de homicidios alcanzaron más de tres mil.
Si no quieren guerra, no habrá guerra
La guerra ha terminado. No se sabe a ciencia cierta ni cuándo ni cómo, pero unos dicen que acabó en 2012 cuando las agencias de seguridad y análisis de Estados Unidos y México comenzaron a publicar reportes que afirmaban que el Cártel de Sinaloa había “arrebatado la plaza” de Ciudad Juárez para el trasiego de drogas a Estados Unidos, de las manos de su rival, el Cártel de Juárez.
Otros dicen que fue el año pasado, cuando las calles que parecían de un pueblo fantasma se volvieron a poblar: los antros y bares volvieron a abrir, los empresarios que se autoexiliaron en El Paso, Texas, regresaron con todo y su dinero, y los gringos regresaron a comprar curiosidades al centro de Ciudad Juárez.
Todo eso es cierto, como también es cierto que el número de asesinatos ha bajado y que las cárceles se han sobrepoblado de presuntos sicarios y secuestradores, según los indicadores de la Mesa de Seguridad de Ciudad Juárez, un organismo ciudadano que mide, con datos de los medios de comunicación, autoridades locales y federales, la situación de seguridad de la ciudad mes tras mes.
Para 2011, luego de un cambio de administración municipal, los homicidios comenzaron a bajar: dos mil 86, según la misma fiscalía. En 2012, comenzamos a ver reportes que decían que el Cártel de Sinaloa había ganado la batalla. El visitador de la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad Juárez, Gustavo de la Rosa Hickerson, atribuyó el descenso a una extinción de objetivos, “ya se mataron todos y los que no huyeron”, dijo entonces.
Algunos dijeron también que fue la llegada del polémico Teniente Julián Leyzaola, el director de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, un hombre con una reputación de ganar control en las ciudades a base de la tortura y los abusos a los Derechos Humanos. Pero fuera cual fuera la razón, en el año fueron asesinadas 751 personas.

Una foto de un domingo en el mercado de antigüedades en el Monumento Benito. La gente regresa al mercado después de que bajó el número de homicidios. 
El año pasado, según dijo a VICE News Demetrio Sotomayor, el presidente de la Cámara de Comercio en la zona norte, se regresó el 90 por ciento de los más de 300 mil habitantes que huyeron. Entre ellos empresarios que volvieron a la ciudad con todo y sus empresas.
Uno de ellos se llama Adrián Modesto, un chef que huyó de la violencia en 2010 a El Paso, Texas y que el año pasado regresó a Ciudad Juárez para abrir su propio negocio: el restaurante Gula, ubicado en un sector de clase media alta de Ciudad Juárez.
Adrián me contó que se hartó de vivir lejos de Ciudad Juárez, su ciudad natal, y que ahora que las cosas están mejor decidió regresar y apoyar a la economía local.
Cuando Adrián dice que las cosas han mejorado, se refiere a la extorsión que sufría un 90 por ciento de los comerciantes hace tres años. Las cifras de la fiscalía de Chihuahua cuentan que este delito ha bajado en el mismo grado, ya que el 90 por ciento de los negocios que eran extorsionados, ya se encuentran operando sin amenazas.

Otra foto del bar Tres Mentiras. 
Para reafirmar lo anterior, la misma dependencia me indicó que en los últimos tres años unos 600 miembros de 212 bandas de extorsionadores han ido a la cárcel, 31 de ellos sentenciados a cadena perpetua.
La Mesa de Seguridad de Ciudad Juárez reconoce el avance en contra de este delito, pero cree que aún no estamos a salvo.
“Hemos tenido buenos resultados, de tal manera que en el extranjero nos ven como un ejemplo del éxito en el combate a la extorsión, pero también es cierto que todavía hay comerciantes que siguen pagando a los delincuentes”, dijo uno de los miembros del organismo ciudadano que me pidió guardar su nombre en secreto.
Además de  que los homicidios en 2013 fueron 485, aún estuvieron por encima de 2007. Es decir, aún no estamos a los niveles de violencia que teníamos antes de la guerra, y estamos lejos de considerar a Ciudad Juárez como una ciudad tranquila.
El corredor seguro, la zona de bares y antros resurgió con fuerza. Desde entonces se han abierto unos cincuenta establecimientos solo en esa zona. Los restaurantes y cadenas multinacionales están abiertos hasta tarde y casi todos los días de la semana hay bullicio en las calles.
En lo que va de 2014, las autoridades de Ciudad Juárez han contabilizado más de 215 homicidios.
Una tensa calma
El “renacimiento” de Ciudad Juárez puede haber sido un fenómeno más mediático que real. Hay aún un pulso que apunta a que es una paz temporal, que no pasa de este año para que la guerra regrese. Y ahora, los rumores dicen que la guerra ya comenzó de nuevo con el asesinato de un conocido abogado el pasado mayo, cuando el 25 de ese mes, dos hombres armados entraron a la oficina de Salvador Urbina, el carismático ex presidente de la Barra y Colegio de Abogados de Juárez, y además abogado de la Asociación de Periodistas de Ciudad Juárez. Urbina estaba acompañado de César Cordero, un juez municipal, en una reunión, cuando ambos fueron asesinados a tiros.
La Fiscalía de Chihuahua arrestó la semana pasada a los dos presuntos culpables tras difundir un video de la cámara de seguridad del despacho de Urbina donde se observa su llegada y cómo entran armados al despacho del abogado.
Según lo desprendido de la audiencia pública en contra de uno de los presuntos sicarios, la orden de asesinarlo salió desde la prisión estatal en Ciudad Juárez, el CERESO. La principal línea de investigación apunta a que fueron los Artistas Asesinos, una pandilla al servicio del Cártel de Sinaloa, en venganza por no haber cumplido con lo que Urbina prometió cuando tomó el caso de uno de ellos, según anunció el fiscal general de Chihuahua, Jorge González Nicolás, en rueda de prensa
Al día siguiente del doble homicidio, hablé con un informante que ha estado de cerca a los cárteles de la droga en Ciudad Juárez. Me dijo que la guerra había comenzado y que, además del homicidio de Urbina y Cordero, seguirán los de policías, agentes investigadores y personas “que andan en eso”. Así me lo puso.
“La información que yo tengo es de que el Cártel de Juárez está regresando a tomar el control nuevamente, porque el Cártel de Sinaloa anda flaco, anda jodido. No sé la verdad de lo que pasó con el abogado, pero es parte del reacomodo, son patadas de ahogado”, me contó desde El Paso, Texas.
El informante me dijo además que el Cártel de Juárez está apoyado por una facción del Cártel de los Beltrán Leyva y de Los Zetas.
Scott Stewart, vicepresidente de la firma estadunidense de análisis e inteligencia Stratfor, confirmó en entrevista a VICE News lo que me contó el informante.
“El corredor fronterizo de las drogas entre Ciudad Juárez y El Paso, Texas, está regresando a manos del Cártel de Juárez tras un debilitamiento de sus rivales en México”, me explicó por teléfono.
Sin embargo, Stewart dice que sus investigaciones apuntan a que el regreso del Cártel de Juárez será uno tranquilo, “muy callado”.
“Los cárteles han pactado mantener líderes de bajo perfil y no hacer uso de la violencia extrema, al menos no como la que se vio en años pasados en Ciudad Juárez, sino que van a manejar un perfil bajo, como en Estados Unidos”, dijo.
A pesar de lo que afirmó Stewart respecto al regreso silencioso a la guerra entre los cárteles de Juárez y Sinaloa, los números nos han puesto en alerta nuevamente: con 52 asesinatos mayo fue el más violento en lo que va del 2014, cuando el pico había sido marzo, con 40 homicidios, según las cifras proporcionadas por la Fiscalía de Chihuahua.
El pasado 9 de junio, en una colonia periférica, los vecinos encontraron un tambo de basura con un cuerpo desmembrado dentro. Las autoridades confirmaron el hallazgo, sin embargo se negaron a dar detalles sobre el homicidio. Esto sucedió a una semana de que nueve personas fueran asesinadas a tiros, cuatro de ellas en plena avenida, en un solo día.

Un domingo en el mercado de antigüedades. 
La posguerra
En el ataque del 25 de junio de 2010 sobrevivió un amigo. Recibió un disparo en una pierna y se hizo pasar por muerto. Frente a él quedó su novia sin vida con su celular en la mano derecha. A penas salió del hospital y se fue de la ciudad. Dejamos de hablar durante todo ese tiempo y ninguno de los dos fuimos al funeral de nuestros compas muertos. Este amigo, apenas este año, decidió regresar a Ciudad Juárez.
“Eso ya pasó”, me dijo la semana pasada en un bar del centro de Juárez. “No puedo estar paralizado y quedarme todo paranoico porque si no imagínate, no estaría vivo realmente”.
Mi amigo vive los síntomas de una posguerra. Cuenta las historias de nuestros compas muertos, evita dar detalles de lo que vivió esa noche, me pide que le pase la nota que escribí para la agencia internacional aquel 25 de junio.
Él no confía en que las cosas vayan mejor. “Todo está igual de culero, nomás que más movido, hay más gente en las calles y dinero, pero sigue habiendo malandros y narcos y todo ese rollo”, me dijo.
Y desde luego, por más que quisiera, no hay manera de contradecirlo. Lo vemos en las calles a diario, lo escuchamos de vecinos, de informantes, de los mismos dealers.
Así como mi compa el sobreviviente me contó su historia en un bar, la gente en los restaurantes habla en voz baja y se cuentan historias como de guerra. Cómo vieron el asesinato de un hombre, cómo su vecino quedó huérfano cuando mataron a sus padres, cómo el tío de un amigo cruza droga, la casa de seguridad al lado de la suya, etcétera.
La doctora Georgina Cárdenas, directora del Laboratorio de Enseñanza Virtual y Ciberpsicología de la UNAM incluso tiene instalado en esta ciudad un programa para personas víctimas de la violencia con la realidad virtual.
Esta terapia, me explicó Cárdenas, es para personas con síndrome de estrés postraumático, típico de los países en guerra y consiste en exponer al paciente a imágenes de realidad virtual que crean una situación violenta en las calles de Juárez.
“Actualmente el 30 por ciento de los 1.4 millones de habitantes de Ciudad Juárez sufre de estrés postraumático como consecuencia directa de la ola de violencia”, dijo en una entrevista.
El objetivo es que vuelvan a ser las personas que eran antes del evento traumático y que eliminen los síntomas como la hipervigilancia. Juan Carlos, un hombre de 40 años de edad que presenció el asesinato de su hermano frente a su casa en 2009, y quien ha estado en esta terapia por casi un año, dice que esto lo ha ayudado a superar la paranoia y el duelo con el que vivía.
Me dijo que antes tenía pesadillas y que cada vez que alguien hablaba de la violencia, él se retiraba del lugar, por miedo a enfrentar la realidad. “Ahorita no digo que no me dé tristeza y miedo lo de mi hermano, pero ya sé sobrellevarlo, puedo estar en un lugar sin estar pensando en que en cualquier momento me pueden matar”, dijo.
Las respuestas están del otro lado
Después de que asesinaron a mis amigos se corrieron muchas versiones. No voy a mencionar ninguna pues no tengo pruebas que fundamenten alguna suposición sobre el ataque. La Fiscalía de Chihuahua, hasta ahora, cuatro años después me dijo que el caso sigue en investigación.
De lo que estoy seguro es que algún sicario, traficante o líder de algún cártel de las drogas preso en Estados Unidos sabe qué sucedió esa noche.
Como en cada guerra alrededor del mundo, las preguntas sobre las atrocidades de los países en desarrollo las tiene que hacer un país primermundista.
He ido a casi todas las audiencias públicas de los miembros, socios o allegados a los dos cárteles que operan en esta frontera que se llevan en la corte federal del oeste de Texas en El Paso, esperando que alguien confiese o delate ante el jurado para finalmente conocer la historia completa.
Ahí me he enterado de los pormenores de un buen número de asesinatos que me tocó cubrir para la agencia. Por ejemplo la quema de iglesias en el Valle de Juárez, el homicidio de tres personas relacionadas al consulado estadunidense en Ciudad Juárez, la detonación de un coche bomba, etcétera. Hasta ahora el asesinato de mis compas no se ha ventilado ni en México ni en Estados Unidos.
Por lo pronto, cerveza en mano, mi compa, el sobreviviente y yo esperamos tensos lo que nos prepara el futuro. “Yo ya ni pienso en eso, de todas maneras algún día me voy a morir”, me dijo, antes de darle un trago a su cerveza.
Lee más de Luis en su columna Paso del Norte y síguelo en Twitter:
Este artículo fue publicado originalmente en VICE News

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